Desde la sección de arqueología internacional de Arte en la Calle, después de un proceso de remasterización digital, llegan las fotos de un viaje a Cuba, de cuando Castro iba en uniforme y no en chándal, hace bastantes bastantes años…
En ese viaje descubrimos en La Habana un lugar encantador, el Callejón de Hamel, lugar que he redescubierto años después por casualidad en Movimiento Señora, recordándome que tenía algunas fotos analógicas de nuestra visita como transeúntes foráneos a La Cuba de Revolución o Muerte.
Y ha pasado tiempo, pero todavía puedo recordar la sensación de estar en un mundo mágico, el olor a África, la presencia de la santería y la atmósfera tribal que transmitía el callejón escondido en el centro de La Habana.
Y de La Habana sigo recordando la hospitalidad y amabilidad del pueblo cubano, trampeando heroicamente las penurias con una inventiva desbordante, aquellas parabólicas caseras de alambres, el colador del café de calcetín, el calentador de agua con la resistencia a pelo debajo de la ducha, los médicos que completaban el salario alquilando bajo cuerda la casa a los ‘familiares de visita’.
Me viene a la memoria el regateo con los taxis no oficiales, coches históricos rodando inexplicablemente, La Habana es grande, grande de verdad, olvídate de recorrerla andando, que petadas que iban las guaguas cuando pasaban sin horario ¿para qué? ¿tienes prisa compadre?¿sabes acaso que hora es?.
Regateo y trapicheo permanente, cambio variable entre dólares y pesos, nada de nada en las tiendas locales, casi todo de todo en las de divisas, a precio de EEUU. Los gallegos en medio, ni en una ni en otra. Nada en unas, caro en las otras.
Recuerdo las fiestas ‘alegales’, en tugurios donde con dos dedos de frente no entrarías siendo extranjero, ron barato, música popular, mucho calor, cuerpos muy juntos, más ron y menos luz. Recorrer por el día los barrios comiendo chicharritas y el agradable calor de los cucuruchitos de maní de los puestos callejeros, trampear el hambre por dos céntimos.
Y hablando de comer, esas paladares con su ropa vieja, sus fríjoles negros con arroz, pollo casero a falta de otra cosa, plátanos fritos, papas y platos criollos servidos en salones con pianos de cola, decoración del siglo pasado y lámparas inmensas, o en el comedor de la familia, con su hule de plástico bajo una luz incandescente moribunda, según la suerte. Entrañable, de todas formas, vivir la falta de pudor, entrar hasta la cocina, mezclarse, ser cubano. Y siempre la vida en la calle, viendo pasar las cubanas contundentes, mamacita que calor.
Y volver con la maleta a reventar de ron y latas de bucanero, que te la abran en la aduana y que hagan como que fuesen calcetines sucios XD, deja de sudar, hijo. Y a la vuelta quedar fijada para siempre la sonrisa de los cubanos. Quiero volver. Aunque puede que ahora Cuba no sea la Cuba que conocí.
No me he podido resistir a publicarlas las fotos recuperadas aquí. El que tenga la suerte de ir a La Habana que busque el lugar y el que ya lo conozca que compare como era hace década y media (año más o menos). Si vuelvo ahora me vengo con unos cuantos miles de fotos, por aquel con los carretes de 36 te cortabas más… Con Vd. un rincón encantador de la maravillosa Cuba:
El Callejón de Hamel
Parte de las fotos de Karmo y parte mías (no se distinguir cuales)
Buscando por internet hay bastantes páginas y fotos del callejón, esta es una selección para hacerse una idea:
http://movimientosra.blogspot.com.es/search/label/Arte%20mural%20en%20La%20Habana
http://madl.ath.cx/cuba2/cuba2.html
http://www.radiorebelde.cu/de-cuba-y-de-los-cubanos/el-callejon-hamel-20100414/
http://www.laotramirilla.com/2012/06/el-callejon-de-hamel.html
Como siempre las fotos en flickr:
Ójalá nos viésemos por el malecón habanero, ójala!. Cuba Siempre.
1 Comment
Aquí tenéis el citado malecón…