Seguramente una de las causas de la efervescencia del arte urbano portugués se debe a la influencia y el contagio de otra manifestación artística en el espacio público: los azulejos.
Azulejos omnipresentes en las calles portuguesas, decorados con motivos geométricos, jugando con las simetrías, el color y el ritmo, contando historias y leyendas, utilizados como amuletos mágicos contra desastres e infortunios.
Recubrimiento secular en los patios y las fuentes de las casas nobles, en las paredes de las barriadas populares, en el metro de Lisboa, en las calles de la Alfama, en los palacios de Sintra, en el interior de los monasterios y conventos.
Miles de ellos sobre la iglesia do Carmo de Porto, protegiendo del temporal las casas de pescadores de Aveiro, formando los paneles de la estación de São Bento, en los carteles de los mercados y ultramarinos.
Y en absolutamente todos los rincones. Portugal es ante todo, el país de los azulejos, completamente invadido por este arte heredado de los Al-zuleique árabes en la edad media.
Una pequeña muestra de lo que se puede encontrar en las calles de Portugal, como contraste y complemento al arte urbano y graffiti:
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Nos vemos por las calles.
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