Porto mezcla como ninguna la modernidad metropolitana con el carácter educado y encantador de los portugueses. A los que nos gusta Portugal tal como es, con sus contradicciones, sus grandezas, sus pobrezas y esa inmensa cultura discreta y educada de sus gentes, nos hace sentir como en casa y casi olvidamos que hay que volver.
Una vez visto Serralves, el Palacio de la Música y el Centro Portugués de Fotografía, lo mejor es comprar el oporto en el súper y pasar de las turísticas bodegas. A partir de ahí uno puede dedicarse días a callejear por el barrio de Lapa, por las rúas de Almada, Aliados, la zona de galerías de Miguel Bombarda, los alrededores de la Igresa do Carmo, comer cochinillo o lo que se tercie en el mercado do Bolhão y perderse por las callejuelas y escadas que bordean el Duero.
Mientras se gasta zapatilla, si a uno le tiran las manifestaciones artísticas sobre pared de ladrillo, estuco, madera o vulgar cemento, se va a hartar…. Porto, como otras ciudades de Portugal (ya llegaremos a Lisboa) está llena de graffiti, plantillas, stencils, y todo lo que se pueda poner en una pared. Bien es cierto que muchas obras son un poco irregulares, desiguales y caóticas, pero de eso se trata, ¿no?, de romper el gris uniforme y alienante.
Aquí va la primera parte de una selección de las fotos que me traje de 4 días en Porto. No pongo créditos porque no conozco los autores.
Debilidad por los gatos:
En la carrera me fui por electrónica en lugar de por cuántica y ahora cuando hablan de los colores de los quarks, los sabores, la cromodinámica y el bosón de Higgs no me entero de nada. Aun así estas baldosas me parecen entrañables:
La revolución de los claveles, reciente:
Política por la calle, es lo que toca
Suelo buscar en las paredes, pero en el suelo de vez en cuando hay sorpresas:
Parte de las fotos por Karmo, parte por mí.
Próximamente la segunda parte de la selección, hagan sitio para los encantos visuales o gastronómicos (todavía tengo pendiente una francesinha).
No comments